domingo, 14 de agosto de 2011

Pistol Opera

Pistol opera es parte del grupo de filmes cuya excelencia depende de la persona que la vea, ya que este trabajo coquetea descaradamente con la delgada línea que divide lo grandioso de lo terrible.
Demasiados aspectos la convierten en una película muy difícil, siendo el primer inciso la historia. Es muy complicado tratar de ofrecer una sinopsis sobre lo que realmente acontece, ya que la inusual edición, el uso de monólogos y secuencias surrealistas, así como las tomas que simulan una puesta teatral, no contribuyen a clarificar cuál es el propósito de todo el relato. A grandes rasgos sería algo así: una organización de asesinos que se enumeran y apodan a sus integrantes de acuerdo a sus habilidades entran en una especie de cacería para ver cuál es el mejor de los primeros, Stray cat, la número tres, tratará de sobrevivir a la persecución del número uno y sus aliados.
Lo que en verdad destaca es la dirección. La combinación de estilos, colores, vestimentas y ángulos de cámara crean una atmósfera extraña y rica en fotografía. La música está conformada de piezas que recuerdan los largometrajes de los sesentas y setentas.
La forma en que se integran los actores tampoco es la más convencional, pues los actores interactúan como si no tuvieran relación entre ellos. Algo difícil de definir y que es más fácil de entender viéndolo en acción.
Del 2001 y considerada por algunos la secuela Branded to Kill, un filme de 1967 dirigido por el mismo director (Seijun Suzuki), Pistol opera no es muy conocida más que nada por el desarrollo cinematográfico que expone, un filme artístico hecho con el puro propósito de ser único e inigualable, pero también criticado de prepotente por su innovación y exceso de metáforas. Recomendada para quienes gustan del cine de arte y las películas raras.

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